“Apagan un incendio con nafta”
Pero al ver que la nafta no lo apaga,
intentan apagarlo con alcohol en gel.
El aislamiento obligatorio y distanciamiento social, a propósito de la emergencia sanitaria declarada por la pandemia de coronavirus, altera inevitablemente nuestra conducta, nuestros cuerpos y nuestras emociones. ¿Qué se nos impone a todas las personas por la fuerza en esta situación? ¿Cómo se controlan nuestros cuerpos, se utilizan nuestros discursos y capturan nuestras emociones?
Queremos salir a trotar o a caminar, algo que quizás era parte de nuestros hábitos cotidianos para gozar de una buena salud, pero no se puede porque por un lado te pueden llevar detenido a la comisaria y por otro lado nos exponemos al juicio social de quienes te acusan de irresponsable y de poner en riesgo la vida de terceros.
Queremos ir a trabajar pero no podemos. Tomemos por ejemplo, la actividad de un actor o de una actriz. Su trabajo consiste en dar funciones, dar entrevistas, ir a ensayos, a rodajes, a reuniones, a castings o por ejemplo dar clases. Pero no pueden hacer ninguna de estas actividades porque están prohibidas y además son vistas por la población como actividades que ponen en riesgo la propia vida y la de terceros. La gran mayoría de los trabajos son sociables, por lo cual la gran mayoría de los y las trabajadoras han visto afectada y perjudicada su economía por el distanciamiento social y el aislamiento obligatorio. Si el trabajo dignifica, quienes no podemos trabajar hemos perdido nuestra dignidad.
Queremos ir a hacer una actividad recreativa o un taller que hacemos para nuestro crecimiento y bienestar tanto en lo social como en lo personal, pero tampoco podemos porque también han sido prohibidas estas actividades implican socializar. Supongamos que nos gustaba jugar al futbol una vez por semana o ir a bailar zumba o salir a tomar algo con nuestras amistades. No podemos hacerlo, por lo cual ese tiempo en que nos podíamos dedicar a nuestro bienestar personal se perdió, una vez por motivo del aislamiento obligatorio y el distanciamiento social.
Queremos entonces abrazar a nuestros seres queridos porque estamos en casa y necesitamos aferrarnos al afecto que nos pueden brindar las personas con quienes compartimos la vida de todos los días, queremos encontrar consuelo. Pero tampoco podemos porque debemos respetar y hacer respetar el distanciamiento social porque “cuidarte, es cuidarnos”.
En términos generales, esto es el aislamiento obligatorio y el distanciamiento social.
Entonces, en este escenario en el que las personas que nos quedamos en casa, sin trabajar, sin hacer un hobbie, sin hacer las actividades que nos daban alegría, sin abrazar a nuestros seres queridos, saliendo solamente para comprar comida queremos expresar lo que sentimos y lo que pensamos libremente.
Seguimos buscando darle un sentido a esta emergencia. Queremos poder decir libremente que tenemos mucho miedo, que estamos sufriendo, que nos duele el cuerpo, que tenemos dudas, queremos pensar junto a otras personas desde la virtualidad, queremos leer a otras, queremos que nos lean, queremos intercambiar opiniones y estamos dispuestas a debatir. Sospechamos del “aislamiento obligatorio” y del “distanciamiento social”. Entonces reunimos un poco de coraje, ánimo y escribimos algunas palabras, muy breves por cierto, que entran en 480 caracteres. ¿Pero qué pasa? ¡Sorpresa! Tampoco podemos. Porque nuestros conocidos, nuestros colegas, nuestros interlocutores virtuales ahora nos tratan de irresponsables y egoístas.
Acá algo huele verdaderamente muy mal. ¿Qué es lo que estamos legitimando? ¿Por qué el presidente de la Argentina declaró la guerra contra la psicosis? ¿Es entonces nuestra propia psicosis nuestro enemigo invisible? ¿Por qué estamos luchando contra un enemigo invisible? ¿Quién puede aceptar que está en estado de paranoia? ¿No será acaso que empezamos a luchar contra nosotros mismos y no vamos a frenar hasta vernos de rodillas? ¿Cómo hacemos para seguir intentando poner a la Argentina de pie? ¿No se nos está pidiendo demasiado a la ciudadanía?
En Argentina cuando una persona representa un riesgo para si misma o para terceras, la policía y los agentes sanitarios tienen derecho a internarla en contra de su voluntad. Esta decisión de aislar a una persona para preservar la seguridad nacional la toma por lo general un agente sanitario. Internaciones involuntarias pueden realizarse en hospitales generales o en el domicilio. Las internaciones que se realizan en los domicilios se denominan “internaciones domiciliarias” en las cuales se procura en nombre de la seguridad nacional aislamiento obligatorio y distanciamiento social, eufemismos de “encierro”. El abuso consiste en que nunca se puede comprobar para el caso de las internaciones involuntarias por problemas de salud mental, la existencia fehaciente de riesgo cierto e inminente como exige la legislación vigente. Lo mismo sucede para el caso de la pandemia. La invisibilidad de la psicosis y del virus, son equivalentes.
Sé que estamos sufriendo abusos, pero no logro ver quiénes son y dónde están los abusadores. Luchar contra la propia paranoia solo provoca que aumenten los síntomas de paranoia, por lo cual, luchar contra la psicosis no es parte de la solución sino que agrava el problema real que puede representar el virus.
El chiste de Quino, que encabeza está nota, adquiere un nuevo significado en este contexto de paranoia social. Toda la ciudadanía Argentina ha sido internada en sus domicilios de forma involuntaria, es decir que todas las personas hemos sido consideradas un riesgo para sí y para terceros. Las medidas de aislamiento obligatorio y distanciamiento social producen un daño que aún no podemos dimensionar en la salud mental comunitaria, un trauma que enfermará a la población luego de que se solucione el problema concreto del coronavirus. En unos pocos meses tendremos más personas diagnosticadas con ataques de pánico que personas infectadas por coronavirus.
El problema más grave que enfrentamos no es el coronavirus, la enfermedad por covid-19, ni el SARS-CoV-2. La paranoia se ha transmitido mucho más rápido y a más personas, que el propio SARS-CoV-2. América latina en esta situación cuenta con ciertas ventajas dadas por la tradición de gobiernos de caudillos o populistas. Si en Argentina la pandemia se hubiera declarado durante el último gobierno liberal, estaríamos enfrentando otro escenario político, social y económico. Mientras tanto vemos imágenes de personas encerradas en jaulas en distintas provincias argentinas, por haber transgredido el aislamiento obligatorio y el distanciamiento social. Imágenes que hasta ahora sólo habíamos visto en películas de ciencia ficción o en las épocas de fascismo y nazismo en Europa.
La desesperación por sostener un sentido común que ya no existe, provocó que la población mundial expresara estados de delirio y alucinación, con el consecuente problema que implica que la propia población mundial niega su propio estado de delirio y alucinación. Se nos define como egoístas, irresponsables o estúpidos a quienes tratamos de explicar este proceso por contar con herramientas para poder explicarlo debido a contar con la experiencia de ya haber sido encerrados en contra de nuestra voluntad.
Alan Robinson, Buenos Aires, 2020.
“Corral” en Palpalá, Jujuy, Argentina.
FUENTE “INDYMEDIA ARGENTINA”: https://argentina.indymedia.org/2020/03/26/correpi-quinto-reporte-de-aplicacion-del-dnu-297-2020/
“Corral” en Corrientes, Argentina.
FUENTE “INDYMEDIA ARGENTINA”: https://argentina.indymedia.org/2020/03/26/correpi-quinto-reporte-de-aplicacion-del-dnu-297-2020/