2/04. Día 18: “Desobediencia sanitaria”
Fui a almorzar a la casa de mi mamá a ver como andaba. Al llegar la besé, la abracé y se puso a llorar. “Necesitaba esto” confesó saliendo de la emoción. Justo antes de abrazarla pensé cómo no iba a abrazar a la persona que me dio la vida.
Después de que almorzamos me dio una dirección para que yo fuera a buscar psicofármacos que debía llevarle a mi abuela. Me transformé en un dealer políticamente correcto. Fui caminando al lugar y al llegar me encontré una señora que se confesó borracha. Divagaba, por lo cual intenté crear un relato que me diera algún tipo de respuesta a lo que estaba presenciando. Acaso el argumento central de esta pandemia sea la creación de un relato que nos de algún tipo de respuesta a lo que estamos presenciando.
La vi sola y pensé que ella no estaba resolviendo con la bebida un montón de preguntas insoportables. Estaba con su hermana y me dijo en broma que la quería matar. “Todo es mentira” aseguraba y exageraba en una risa delirada, mientras charlábamos de ciencia y pandemia. Percibí oscuridad, agarré los psicofármacos y me fui caminando a la casa de mi abuela. Los ejercicios de tensegridad matutinos tienen sentido, me sirven mucho para las situaciones sensibles que me toca atravesar.
Mi abuela no atiende el portero. Me dieron muchas ganas de hacer mis necesidades, esperé diez minutos y me fui rumbo a casa. En el camino pedí usar el baño en una comisaría y logré aliviarme. Los baños de las estaciones de servicio estaban cerrados.
Hoy terminé de tomar mis notas para la puesta en escena de “El pan de la locura” de Carlos Gorostiza. Imaginé algunos actores y actrices para los personajes.
En esta pandemia, se perdió el sentido común, pero desde el punto de vista de las enfermedades mentales porque hay una situación de parálisis general. No se trata de una experiencia loca y anárquica, sin sentido común sino de un sentido común suspendido en cuerpos psicotizados. Esta suspensión del sentido común no liberó una impulsividad irracional o un estado de barbarie, como hubiera deseado Antonin Artaud, sino que incrementó el nivel de alienación y obediencia social. Lo único común que se estaría sosteniendo es la obediencia a las órdenes sanitarias que firma el poder ejecutivo en decretos de necesidad y urgencia.
En este contexto, proponer “desobediencia sanitaria” resulta verdaderamente peligroso. Me da miedo solo pensar en el escarnio social que recibiría quien se anime a proponer una “desobediencia sanitaria” como reacción colectiva y comunitaria al aislamiento obligatorio y el distanciamiento social. Recibí unos whatsapp de un funcionario del gobierno de la secretaria de derechos humanos que me resultaron intimidantes, a propósito de unos tuits míos sobre la desobediencia civil. Son muchas emociones que no estoy pudiendo compartir con nadie.
Voy a intentar llevar adelante un curso de literatura online a la gorra virtual con mi hermano, a quien se le terminó el contrato con la productora con la que estaba trabajando. La situación económica general es bastante desesperanzadora. Espero lograr adaptarme.
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3/04. Día 19: “Declaraciones del FMI y la OMS”
Hoy ya estuve bastante resignado. Rodolfo Kusch destacaría “estar, no más” como algo propio de América, la capacidad de pasar de un estado a otro sin necesidad de ser alguien. El día fue bastante frustrante porque en las noticias que consumí confirmo ciertas percepciones que tenía. Jubilados y beneficiarios de planes sociales se amontonaron en los bancos, porque hoy abrieron para empezar a pagar jubilaciones y el subsidio de $10.000 (IFE). Entonces la consigna “quédate en casa” queda en evidencia como una consigna destinada al control y la opresión social. La consigna cede, ante la necesidad económica.
La “desobediencia sanitaria” se me hizo hoy más necesaria porque la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Fondo Monetario Internacional (FMI) aconsejaron a los líderes del mundo gastar dinero en salud para controlar la pandemia.
“Nuestro principal llamado a las autoridades, especialmente de naciones de economías emergentes y en desarrollo, es para que reconozcan que proteger la salud pública y llevar a las personas devuelta a sus trabajos van de la mano”, escribieron la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, y el director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
“En momentos en que se requiere apoyo a los presupuestos públicos severamente diezmados para las naciones, nuestro pedido común es poner al gasto en salud en el tope de la lista de prioridades” *
Si bien mis primeras percepciones eran razonables, hoy la desobediencia sanitaria resulta tan subversiva que carece de todo tipo de legitimidad. Pero es posible llegar a una verdad mediante el delirio y la paranoia. Eso me alivia.
En el atardecer vengo a leer y escribir a la terraza. Es una linda actividad. Me alivia el malestar de no poder “estar, no más” sin hacer nada, como expresaría Kusch. Hoy no produje casi nada. A la mañana le llevé drogas psiquiátricas a mi abuela. Compré un repuesto del termo que se había roto y me sentí mejor. Los gastos que estoy teniendo me preocupan porque mis ingresos disminuyeron mucho. Los días pasan y me cuesta recordar el nombre de cada día porque no tengo actividades en agenda.
El otoño llegó hermoso. Es mi clima preferido. Hoy es viernes, mañana es sábado. Que absurdo es que los días tengan nombre. La cuarentena termina cuando te morís. El frío del otoño me hace sentir vivo.
En la mañana mi hermana me contó todo lo que está haciendo en Guayaquil, Ecuador donde la gente deja literalmente cadáveres en las calles. Está organizada con otros turistas que como ella quieren regresar a la Argentina. Pero regresar, ¿a qué?…Quizás a “estar, no más” pero en Argentina.